Noche Eterna





Sólo la fantasía permanece siempre joven; lo que no ha ocurrido jamás
no envejece nunca.

—Frase sacada del documento de Citas Célebres
de mi amiga Marianna.


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PREFACIO

Todos nuestros intentos para erradicar el virus habían sido infructuosos.
Mis piernas temblaban, a la par que intentaba encontrar el aire que faltaba en mis
pulmones… en vano.
La opresión de mi garganta, aumentaba conforme pasaban los segundos, simple y letal.
Sentía como mis pobres jadeos se perdían en un pozo de miserias, inmundicia y
muerte…
Ellos habían fallado, pero no suficiente como para evitar arrancarme la vida con cada
tintineo de las agujas del reloj.
La fría mano de la muerte incrementaba mi agarre, pronto diría adiós a todo aquello que
conocí.
Me sentía pobre, débil, y humana… yo era la clave, el portal había sido abierto y sin
embargo no podía hacer nada para cambiarlo.
Sacando fuerzas de flaqueza, me dirigí hacia, probablemente una muerte aún más
agónica.
Lejos, muy lejos, pude escuchar el llanto de un niño.

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CAPITULO 1: SUEÑO

Una sombra negra me envolvió, llenándome de su oscura esencia.
Aterrada, alcé la vista, para encontrarme con dos rendijas rojas mirándome
inquisitivamente.
—Angelo —susurré.
El demonio no contestó, únicamente, como respuesta, sonrió.
Me sentía segura y feliz entre sus brazos.
Pero de pronto, apareció una luz… hermosa y resplandeciente.
Pude sentir como poco a poco, mis pies despegaban el suelo en busca de aquel hechizante
resplandor.
Sabía que el prometedor brillo me entregaba paz y esperanza, pero aun así no me quería ir.
—¡¡Angelo!! —grité a sabiendas que era inútil.
La inminente luz me envolvió y cuando estuve a punto de dejar este mundo, su promesa
resonó en lo más profundo de mí ser.
«Te esperaré».

...

Cuando me desperté pude observar una pared de color amarillo mostaza, desgastada y
cutre.
Suspiré de vuelta a la realidad.
Estaba en Madrid, en busca de un tipo que probablemente no existe, perseguida por su
sequito de ángeles y demonios.
Genial. No es que sea tonta ni nada por el estilo, únicamente lo hago por tres razones:
1) El tipo de mi sueño existe; sé que sueña raro, pero descubrí a mis padres
hablando sobre él a escondidas.
2) Hasta que no le encuentre y descubra por qué le conozco no dejará de darme la
tabarra en mis sueños.
3) Porque quiero saber a qué narices se refería en mi sueño, con lo de: «Te esperaré».
Miré el reloj de la mesita; las 8:30. Aún era pronto, pero no era capaz de permanecer
tanto tiempo tumbada en la cama sin hacer nada, me exasperaba.
Me dirigía hacia la única pista que tenía; cada noche tengo un sueño, y cada sueño me
muestra algo… En ocasiones, me despierto asustada y jadeante, recordándome a mí
misma que no es real, pero a veces me da miedo… La sensaciones son tan tangibles que
juraría que era algo que estuviera viviendo: el aire en mis plumones, el latido de mi
corazón… todo se muestra simple y abstracto a la vez; como si fuera un puzzle sencillo
en el que faltara una pieza; el eslabón perdido de la cadena…
Vagué durante más de una hora por las inmensas calles de Madrid, en busca de la
biblioteca tan codiciada para mí.
Resultaba absurdo… no sabia a donde estaba la biblioteca, pero a la hora de iniciar la
búsqueda había algo dentro de mí que me gritaba el nombre de Madrid.
Cuando encontré una calle repleta de librerías.
Fantástico. Ahora solo me tocaba buscar cuál era sin tan siquiera conocerla.
Justo cuando empecé a darme por vencida observé algo; era una librería pequeña, y
apartada de las demás. Una intensa sensación de deja vu imprimó mis ojos al mirar hacia
esa dirección. La había encontrado, esa era la librería de mi sueño.

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CAPITULO 2: VERDAD

Bien, ahora que la había encontrado, no sabía qué narices debía de hacer.
Me dirigí hacia la misma con pasos vacilantes y lentos, puesto que era desconocedora de
cómo tenía que actuar.
Entré, y una campañilla resonó avisando mi llegada.
De la trastienda salió un hombre de unos treinta y tantos que me miraba perplejo.
—¿Cat? —me preguntó saliendo de su misma abstracción.
—¿Me conoce? —quise saber sorprendida, su mirada vagó a través de mi cuerpo como
si quisiera corroborar algo.
—Tú… eras la hija de Ihan-Hel, pero no puede ser posible… —balbuceó—. Tú estabas
muerta, viniste a informarme sobre lo del virus…
—¿Qué virus… de que me habla…? —interrogué exasperada—. No entiendo nada.
—Del virus, ¿no te acuerdas…? Por lo visto tú y un demonio…
—¿Un demonio…? —inquirí quizá con demasiada curiosidad.
—Sí, uno muy joven, de aspecto de adolescente desaliñado… ¿Cómo se llamaba…?
—¿Angelo? —dije esperanzada.
—Sí, me parece que su nombre era algo así…Se quedó muy desolado, desde tu
muerte…
—Que no estoy muerta —protesté.
—Puede que no lo estés ahora, pero alguna vez lo estuviste, concretamente desde hace
16 años…
—Está loco —le reproché.
—Yo creo que no —dijo seguro de sí mismo, antes de añadir con aire conspirador—.
¿Nunca has tenido la sensación de que ya has pasado por una situación?, ¿o extraños
sueños sobre cosas que supuestamente no conoces…?, ¿o simplemente un deja vu.?
No le contesté, él simplemente tomó mi gesto como una afirmación.
—Hace 16 años viniste aquí queriendo vengar la muerte de tu padre, no te quise
ayudar… poco después falleciste y te quedaste ligada a un demonio de nombre Angelo,
descubriste que tu madre no era humana, que simplemente era una diablesa despechada
la qué mató a tu padre. También averiguaste que los demonios planean crear un virus
para matar a los humanos, y que vosotros, los hijos directos seréis inmunes… De ahí tu
muerte….
Le miré como si hubiera perdido un tornillo.
—Reencarnación —fue lo único que atinó a responder.
—No puede ser posible, la reencarnación, únicamente se da en los casos de que la
persona tuviera relevancia en algo muy gordo… que fuera necesaria una segunda
oportunidad…
—Desde hace siglos, jamás había ocurrido —afirmó al ángel con reahuyenté afirmación.
Me negué a responder.
—Eres la elegida…
Este tipo esta chalado… será mejor que me despida.
—Bueno… de todos modos muchas gracias señor…
—…Jeiazel —dijo como si quisiera pedirme un autógrafo.
—Adiós —mustié intentando salir de ahí lo más lejos posible.
—Adiós, Cat, para lo que quieras aquí me tienes…
Su voz se perdió por el camino, ya que, salí literalmente escopeteada de la librería.
Aquello no podía ser posible, me reproche mentalmente… ¿Oh sí…?
—Mierda —me quejé.
Tenía la mente llena de las bobadas que acababa de decirme el librero…

...

Eran las 12 de la noche y no podía pegar ojo.
Así que… me vestí y empecé a vagabundear por las inmensas calles de Madrid; la verdad
es que por la noche en verano había bastante ambiente.
En ese momento vi a un demonio acercarse a mí con aspecto inquisitivo mientras alzaba
su espada en un gesto amenazante.

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CAPITULO 3: ATRAPADA

El monstruoso demonio sonrió, a la par que mostraba su imponente espada.
—Tus padres me mandaron a buscarte —dijo como quien no quiere la cosa—, es la
tercera vez que te escapas, en busca de una persona que ni siquiera existe.
—Sí que existe —repuse furiosa.
El se echó a reír con una mueca de furia en su rostro.
—Estúpida humana.
—Petulante, insistente, aburrido, e insoportable demonio.
—¿Te crees muy valiente… verdad?
No me apetecía discutir con aquel ser, así que… le ignoré.
Se aproximó a mí, dejándose ver por el halo de luz de la farola.
Sus brillantes ojos azules eran increíblemente claros, demasiado cristalinos… con su piel
morena destacando en su cabello color miel.
Me habría parecido un demonio atractivo en otras circunstancias pero ahora mismo, le
aborrecía.
Siempre que me escapo, mandan al mismo demonio en mi busca, ¡¡viva la originalidad!!
—Estoy harto de que me manden a recogerte.
—Y yo de que me encuentres, y no me verás quejarme.
Se aproximó a mí acorralándome contra la pared.
—¿Qué pretendes? —murmuré intimidada.
—Escúchame pequeña humana, estoy harto de ti, de tu irritante insistencia, y de tu
tozudez, ahora me voy a vengar… Seguro que se te quitarán las ganas de volver a huir.
—Lo dudo —repuse desafiante; a mi ningún demonio me vacila.
Elevó su espada con un gesto intimidante. Inconscientemente me encogí.
¿Qué pretendía? Alcé la vista y vi su arma reluciente bajo la tenue luz de la farola.
Tragué saliva.
Tiempo seguido no se que ocurrió, el único hilo de conciencia que quedaba en mi
cuerpo se escapó de mis manos; como una pastilla de jabón resbaladiza a una persona
que esta en la ducha… y de repente, todo se volvió negro.

...

Cuando desperté, me hallaba tumbada en una cama que ni mucho menos se parecía a la
del mugriento motel en el que me hospedaba.
Estaba cansada, muy cansada… pero poco a poco fui siendo conciente de otros actos que
no eran tan ajenos a mi.
Pude escuchar el choque de dos espadas blandiéndose en el aire… el suave siseo del
viento cortado por el halo de una embestida…
Palabras amenazantes, guerras, gritos, y finalmente… muerte.
Gemí, muerte, había muerto alguien… pero ¿Quién?
Con gestos torpes me incorporé de la cama.
La habitación era amplia y bien decorada, juraría que una cara suite de hotel.
El mareo era lo de menos. Salí de la cama, cuando mis pies no fueron capaces de soportar
el peso de mi cuerpo. Cerré los ojos a la espera del impacto contra el suelo… que nunca
ocurrió; alcé la vista confusa; alguien había impedido mi caída.

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CAPITULO 4: REENCUENTRO

Confusa, alcé la vista para encontrarme con una par de ojos grises mirándome
inquisitivamente.
—Será mejor que te sientes —dijo Angelo.
Estupefacta, tomé asiento.
—¿Eres tú? —susurré—. Angelo —a estas alturas no preguntaba simplemente afirmaba.
El demonio sonrió.
—¿Me recuerdas? —murmuró esperanzado.
Asentí aún incapaz de salirme del sopor y me arrojé literalmente a sus brazos.
Le tomó por sorpresa, pero correspondió felizmente a mi abrazo.
—Te eché de menos… y eso que técnicamente no te conocía.
Se echó a reír.
—Yo también te eché de menos… mucho.
Estaba feliz… muy feliz; ahora mismo sentía como si la pieza de mi puzzle que faltara,
acabara de encajar. Pero aún había un asunto pendiente; algo que no podía dejar pasar así
como así… El virus.
—Debemos de detener el virus— dije tras un largo minuto de silencio.
—¿Por qué? —murmuró Angelo indiferente.
—Porque me aburro… y porque no tenemos nada mejor que hacer… además, no sé
porque pero me siento responsable… —contesté sinceramente.
Me dedicó una mirada que cuestionaba mi salud mental.
—Por los viejos tiempos —imploré.
—No —negó escéptico.
No me aprecia discutir. Ya le había conocido, no tenía nada más que hacer con el.
—De acuerdo —le concedí—, entonces iré sola.
Me levanté y con pasos tambaleantes me dirigí fuera de la habitación del hotel, pero él
me lo impidió.
—¿Y ahora qué quieres?— inquirí irritada.
Sonrió astutamente, como si fuera un niño que acabara de hacer una travesura sin haber
sido descubierto.
—No te puedes ir.
—¿Cómo que no? —inquirí desafiante.
—Maté al demonio que te buscaba, seguro que tus padres piensan que te he raptado o
algo por el estilo… ¿Te imaginas qué pasará cuando salgas a la calle?
Atónita, le miré.
—¿Cómo sabes todo eso?
—Me he informado —dijo simplemente encogiéndose de hombros.
Exasperada le miré con cara de malas pulgas.
—Me voy a ir me busquen o no.
—No creo que eso sea posible, no te lo permitiré… no quiero volver a perderte otra vez.
—Déjame —me quejé.
—No.
Le miré especulativa.
—Tal vez mis padres tengan razón y me hayas secuestrado —inquirí picada.
En vez de enfadarse sonrió.
—Tal vez.
—Además, tengo que volver al motel por mi ropa —dije intentando persuadirle.
—Ya he cancelado tu cuenta y recogido tu equipaje.
—Pues vaya… —refunfuñé.
—Ahora te hospedas en este hotel.
—No sé por que te tomas tantas molestias conmigo, pero desearía que no lo hicieras.
—Yo hago lo que me da la gana.

...

Tres días… tres aburridos y largos e Interminables días…
—Me aburro.
—Pues que te aproveche —repicó Angelo.
Me reí.
—Eres más divertido cuando estas enfadado o de mal humor ¿Nunca te lo he dicho?
—Y tú cuando estás callada te ves más guapa.
Le saqué una lengua como si me tratara de una niña pequeña.
Estábamos tumbados y acurrucados en el sofá viendo una película que eligió Angelo,
repulsiva, La casa de cera.
—La próxima vez elijo yo, tienes un gusto horrible para las películas, creo que voy a
vomitar…
Se rió.
—Dudo que puedas elegir alguna película sin salir de casa.
—Corta rollos.
Dirigí una mirada a la pantalla.
—Buaj… —repliqué escondiendo mi cabeza en su pecho—, podrías haberme avisado.
—Es más divertido si no lo hago— contestó acariciando distraídamente mi cabello.
Momentáneamente se me pasó por mi cabeza la postura en la que estamos, el contacto
físico… cualquiera diría que somos pareja.
Deseché inmediatamente esa idea de mi cabeza. ¿Angelo y yo?, no pegábamos nada.
Pero tampoco podía clasificar mi relación con el... ¿Qué éramos…amigos? No,
simplemente no podía pensar que éramos amigos…
Y así con la duda en mi cabeza, continué viendo con un demonio una película de gore
barata.

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CAPITULO 5: BÚSQUEDA

Estaba teniendo un plácido sueño en mi cama cuando…
—Despierta Cat —dijo Angelo mientras me sacudía de la cama.
—¿Qué quieres ahora? —murmuré soñolienta.
—Tenemos que irnos, Azazel sabe de tu existencia, y no tardará en ir en tu busca.
Sus palabras me alarmaron, y la sensación de cansancio desapareció de repente.
La angustia galopó en mi garganta junto con un incomodo sudor frió. Me incorporé
demasiado rápido generando en mí una sensación de mareo.
—Azazel —murmuré angustiada.
—Vamos Cat —me urgió tirando de mí.
Miré mi pijama y suspiré.
—Me visto y nos vamos.
—No hay tiempo, están en camino.
Tiró de mí hacia fuera del hotel donde nos esperaba un taxi.
Entramos apresurados.
Suspiré incómoda, observando mi pijama de ositos.
—A todo esto —dije reflexiva—. ¿Quién es Azazel, y…? ¿Por qué me he asustado tanto
por el nombre de una persona que ni tan si quiera conozco?
Angelo rió; la diversión chispeó en sus orbes grisáceas.
—Digamos que es… algo así como… ¿Tu madre? Bueno… tu primera madre, la que
trajo tu esencia por primera vez en el mundo.
Ah, vale; ese es el nombre de mi madre OK.
—¿Vas a ir por la calle en pijama?— inquirió Angelo burlón.
Miré mi pijama escéptica.
—¿Cogiste mi ropa?
Asintió.
—Pásamela.
Me la dio; cogí lo primero que vi.
—No tienes porque cambiarte, los pijamas de ositos son muy comunes y provocativos.
Furiosa, le miré.
—Viejo —le pinché.
—Niñata —replico.
Le lancé la ropa restante como respuesta.
—¡Eh! —se quejó.
—Tú te lo buscaste, demonio maleducado.
Miró la ropa divertido.
—¿Te vas a cambiar en el taxi?
Asentí, no me quedaba otra.
Me puse la camiseta encima y me quité la otra una vez puesta la primera.
Bien… ¿Ahora qué hago para quitarme los pantalones?
Angelo parecía regodearse de mi situación.
—No me mires así; todo esto es culpa tuya. ¿A quién se le ocurre hacerme salir del hotel
en pijama?
Rió fuertemente.
Le fusilé con la mirada durante unos instantes, luego pensé la manera de quitarme la
ropa.
Obvio que no podía quitarme el pantalón simplemente.
¿Qué por qué?
Por estas 3 razones:
1) No me apetece para nada, que un demonio observe mi ropa interior de… Bueno de lo que sea.
2) El conductor también está prestando demasiada atención al asunto.
3) El exhibicionismo no es lo mío; digamos que la palabra sensual y femenina no existe
en mi vocabulario.
—Mira la ventana —afirmé ofuscada.
—¿Y si no quiero? —inquirió desafiante.
Venga… ahora nos la andamos de chulito.
—Haré una perdida a mis padres, así sabrán dónde estoy.
Por fortuna, tenía el móvil apagado en el bolsillo de mis vaqueros.
Se lo mostré como prueba.
Suspiró cambiando de dirección.
—Chantajista —espetó.
—Pervertido —apostillé.
Me cambié rápidamente, ignorando como el conductor del taxi intentaba mirar más de
lo que debería.
—Ya.
Angelo se giró, lanzándole un gruñido al taxista; esté se sobresaltó, y volvió su vista a la
carretera.
—¿Qué fue eso? —inquirí confusa.
—¿No viste como te miraba? Que cerdo —dijo asqueado.
—O sea que tú sí puedes y él no.
—Por supuesto —concluyó satisfecho.

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CAPITULO 6: DE VIAJE

El taxi se detuvo en el aeropuerto.
—¿Qué hacemos aquí?— inquirí confusa.
—Nos vamos a Valencia— anunció.
¿Y para eso cogemos en avión? Tiró de mí arrastrándome tras una cola de miles y miles
de personas.

1 hora después….

—Por fin… No sabía que esto era taan lento —afirmé aborrecida.
Angelo se rió.
—Menos mal que no saben que estamos aquí, por que si no… seguramente ya no
habrían cogido.
Reí, ante su sinceridad.
Nos sentamos en unos asientos muy cómodos —primera clase—; yo me acomodé en la
ventana para ver las nubes; sí, ya lo sé, algo aburrido, pero la película que estaban
haciendo resultaba un poco cutre Regreso al futuro.
Angelo en cambio, se quedó viendo la película embobado, sinceramente, no sé qué
absurda fijación tiene por el mal cine.
Y ahora que lo pienso ¿Por qué narices Angelo esta empeñado en llevarme arrastras a
todos lados? Y lo más delirante ¿Por qué le dejo hacerlo?
Él tiene ya toda su vida arreglada. No entiendo como se molesta tanto teniendo
problemas por mi culpa.
Raro…
—Angelo me aburro, cuéntame algo — le ordené.
Me miró exasperado.
—Es la quita vez que lo dices.
—Pero es que me aburro —me quejé— yo no tengo la culpa de que te encante el mal
cine— traté de fastidiarle.
A ver si discutíamos un rato, y así por lo menos durante unos minutos, consigo matar el
aburrimiento.
—Déjalo, estoy harto de pelearme contigo.
Le miré como si acabara de perder el juicio.
¿Desde cuando los demonios no tienen ganas de discutir?
—Pelea conmigo, Por favor, así por lo menos echamos el rato.
Me miró con entendimiento.
—¿Por eso me estabas pinchando? —inquirió acusador.
Me carcajeé al observar su cara de ultraje.
Sus ojos grises me traspasaron.
—Pues no voy a discutir contigo.
Me enfurruñé contra la ventana.
—Eres cruel —espeté.
—Lo sé —admitió.
Le saqué la lengua como hacía de pequeña.
«Pónganse los cinturones, el avión esta a punto de aterrizar» afirmó aquella vocecilla
mecánica de mujer.

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CAPITULO 7: JOTAPÉ

Nos dirigimos hacia un piso.
Era antiguo, pero acogedor.
La paredes tenían gotelé —ya que antes estaba de moda— y todas las habitaciones
estaban repletas de cuadros antiguos, pero en cierto modo, atractivos.
—Mira Angelo, son parientes tuyos —bromeé, observando un dibujo en el que aparecía
el cielo rodeado de ángeles con liras.
El gruñó, como respuesta.
Me senté en el sofá del comedor observándolo todo atentamente; era bastante luminoso
y eso me gustaba; adoro la luz y el calor.
La puerta sonó.
Angelo la ignoró, desempacando sus maletas.
—Voy yo, a ver si te hernias —repliqué de mal rollo.
Miré por la mirilla para encontrarme con un párroco mayor, con aspecto de cansado y
sotana.
Tragué, cuándo un relámpago de imágenes me transportaron a una biblioteca, mientras
daba clases de teología al señor que se encontraba a través de la mirilla.
Yo era muy pequeña y él siempre sonreía absorto de los conocimientos que tenía a cerca
de los ángeles y demonios.
Me había subestimado, aunque eso no me extraña, todo el mundo lo hacía.
Quité el pestillo de la puerta y abrí.
—Llevan dos meses sin pagar el alquiler, y…
Sus ojos se desencajaron en cuanto me observó.
—¿C-Cat… eres tú? —parecía haberse olvidado de todo lo que concernía al dinero que
le debía cierto demonio.
Le miré intentando dejarme inundar por los recuerdos.
Pero eran simples retazos.
—¿Me conoces?
El párroco me miró con precaución.
Tragué.
—S-Sí… bueno…tú —balbuceó incoherencias.
—Me llamo Cat y creo que te conozco como me ocurre con mucha gente.
Me miró.
—Soy Juan Pedro.
La chispa, justo en ese instante estalló.
—¡Jotapé! —exclamó una parte de mí, feliz.
Sus ojos brillaron.
Le abracé, efusivamente, aunque la parte racional de mi ser aún no conocía el por qué.
—¡Sí! —afirmé feliz; aún sin conocer la razón de tanto optimismo—, te conozco, estoy
completamente segura de eso.
Tiré de él en dirección a mi habitación.
Jotapé, habló:
—¿Qué te pasó al final? Quiero decir… ¿Cuántos años tienes? Estás exactamente igual a
la última vez que te vi, y… bueno ¿Cómo te fue todo? ¿Se arreglaron las cosas?
Demasiadas preguntas, y muy pocas respuestas.
—Emmm… esto…
Justo en ese instante, Angelo irrumpió.
—¿Quién es ese? —inquirió con grosería.
-—¡Es Jotapé! —afirmé a la defensiva—. Mi amigo.
Angelo le taladró con la mirada.
—Te buscan ¿Recuerdas? No te conviene que vayas por ahí haciéndote amigos.
Jotapé, afirmó sereno:
—Tranquilicémonos ¿De acuerdo?
—Ni hablar —espetó Angelo. Le lanzó un sobre de papel—. Aquí tiene el alquiler, ahora
márchese.
Abrí mis ojos sorprendida.
—Bien, si se va él, me voy yo.
Angelo me taladró, con sus relucientes ojos grises.
—Ni hablar.
—¿Me estás desafiando? En cuanto salga de tu protección, mis padres te detendrán, ya
veremos qué ocurrirá cuando te cojan, porque te puedo asegurar que no te irás de rositas.
Jotapé, que estaba de público, mal entendió las cosas.
—¿Has secuestrado a Cat?
Angelo le ignoró.
—Cat, sé razonable.
—Qué te den.
El demonio, suspiró resignado; algo muy impropio de una persona que está
acostumbrada a conseguir lo que quiere, cuando quiere.
—De acuerdo; no estoy de humor para discutir.

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CAPÍTULO 8: EXPLICACIONES

Los ojos de Jotapé se clavaron atónitos en Angelo.
—¿No fuiste tú el que me llamaste anunciándome la muerte de Cat? —logró preguntar compungido.
Angelo no contestó. Tomé aire, pensando alguna mentira o excusa creíble.
—Er… Esto… —tanteé—. Verás Jotapé…
—Sí, fui yo. ¿ Tienes algún problema sobre ello? —le atajó Angelo interrumpiéndome.
La cara de Jotapé se puso roja. Sacó un móvil prehistórico de su bolsillo y empezó a marcar.
—Ahora mismo aviso a la policía.
Angelo se rió, divertido.
—¿Y qué les vas a decir a los agentes? Ella no figura como hija de Iah-Hel, de hecho lo único que conseguirías es devolverla a sus padres de ahora; la gente de la que huimos.
Jotapé me miró, tratando de sonsacarme si aquel demonio mentía.
—Es cierto. Angelo te dijo que estaba muerta pasa así desaparecer del mapa; no queríamos que aquellos hombres nos encontraran.
Jotapé no contestó. Su única respuesta fue abrazarme. Parecía encantado porque yo estuviera allí; eso hizo que mi corazón diera un tumbo; nunca he tenido a muchas personas preocupadas por mí.
—Podéis quedaros aquí el tiempo que queráis —dijo apagando su móvil—. Yo os ocultaré de ellos.
Asentí.
—Pero hay algo que quiero saber. ¿Por qué mataron a tu padre?
Tragué saliva, estresada.
—Angelo, se lo voy a contar todo —le dije como aviso.
El demonio no me contestó nada, aunque pude leer en él su mirada de frustración. Supongo que Angelo se fía de él, porque sin la ayuda que tuve de Jotapé no habría podido seguir adelante.
—Haz lo que quieras; pero si se lo cuentas, recuerda que su vida correrá peligro.
Jotapé me miró, preocupado.
Es cierto que su vida correrá peligro, pero si no se lo relato él investigará por su cuenta y estaríamos en las mismas.
—Verás, resulta que…—empezaba con una charla que promete ser muy larga.

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NOTA:

He releído la historia y, ¡madre mía! qué cantidad de fallos y de faltas de ortografía.
¿Tan mal escribía antes?
Bueno… creo que en parte eso es bueno, porque significa que he ido mejorando con el
paso de los años. He corregido todos los errores más sonados del mismo modo que he
cambiado los guiones cortos por los largos que son más correctos ortográficamente
hablando.
Quería agradeceros a todos los que me habéis leído, por eso al releer el relato para
ponerme al día y así subir el próximo cap en el blog he corregido las cosas y lo he pasado
a PDF para subirlo a un servidor de descarga.
Gracias a todos los que me leéis tanto a mí como a Laura Gallego porque de no ser así
jamás habría tenido el placer de conseguir que vosotros os aficionéis un poco a lo que
escribo.

Un beso.

María Ahufinger
18 Abril del 2010

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