CAPITULO 4: REÉNCUENTRO
Confusa, alcé la vista para encontrarme con una par de ojos grises mirándome inquisitivamente.
-Será mejor que te sientes- dijo Angelo.
Estupefacta, me senté.
-¿Eres tu?- susurré- Angelo- a estas alturas no preguntaba simplemente afirmaba.
El demonio sonrió.
-¿Me recuerdas?- murmuró esperanzado.
Asentí aun incapaz de salirme del sopor, y me arrojé literalmente a sus brazos.
Le tomó por sorpresa, pero correspondió felizmente a mi abrazo.
-Te eché de menos… y eso que técnicamente no te conocía.
Se echó a reír.
-Yo también te eché de menos… mucho.
Estaba feliz… muy feliz, ahora mismo sentía como si la pieza de mi puzzle que faltara, acabara de encajar, pero aun había un asunto pendiente, algo que no podía dejar pasar asi como asi… el virus.
-Debemos de detener el virus- dije atrás un largo minuto de silencio.
-¿Por qué?-murmuró Angelo indiferente.
-Porque me aburro… y porque no tenemos nada mejor que hacer… además, no sé porque pero me siento responsable…- contesté sinceramente.
Me dedicó una mirada que cuestionaba mi salud mental.
-Por los viejos tiempos- imploré.
-No- dijo escéptico.
No me aprecia discutir, ya le había conocido… no tenía nada más que hacer con el.
-De acuerdo- le concedí- iré sola.
Me levanté y con pasos tambaleantes me dirigí fuera de la habitación del hotel, pero él me lo impidió.
-¿Y ahora que quieres?- inquirí irritada.
Sonrió astutamente, com si fuera un niño que acabara de hacer una travesura sin haber sido descubierto.
-No te puedes ir.
-¿Cómo que no?- dije desafiante.
-Maté al demonio que te buscaba seguro que tus padres piensan que te he raptado o algo por el estilo… ¿Te imaginas que pasará cuando salgas a la calle?
Atónita, le miré.
-¿Cómo sabes todo eso?
-Me he informado- dijo encogiéndose de hombros.
Exasperada le miré con cara de malas pulgas.
-Me voy a ir me busquen o no.
-No creo que eso sea posible, no te lo permitiré… no quiero volver a perderte otra vez.
-Déjame- me quejé.
-No.
Le miré especulativa.
-Tal vez mis padres tengan razón y me hayas secuestrado- inquirí picada.
En vez de enfadarse sonrió.
-Tal vez.
-Además, tengo que volver al motel por mi ropa- dije intentando persuadirle.
-Ya he cancelado tu cuenta y recogido tu equipaje.
-Pues vaya…-refunfuñé.
-Ahora te hospedas en este hotel.
-No sé por que te tomas tantas molestias conmigo, pero desearía que no lo hicieras.
-Yo hago lo que me da la gana.
***
Tres días… tres aburridos y largos días…
-Me aburro.
-Pues que te aproveche- repicó Angelo.
Me reí.
-Eres más divertido cuando estas enfadado o de mas humor ¿Nunca te lo he dicho?
-Y tú cuando estas callada te ves más guapa.
Le saqué una lengua como si me tratara de una niña pequeña.
Estábamos tumbados y acurrucados en el sofá viendo una película que eligió Angelo, repulsiva, “la casa de cera”.
-La próxima vez elijo yo, tienes un gusto horrible para las películas, creo que voy a vomitar…
Se rió.
-Dudo que puedas elegir alguna película sin salir de casa.
-Corta rollos.
Dirigí una mirada a la pantalla.
-Buaj…-repliqué escondiendo mi cabeza en su pecho- podrías haberme avisado.
-Es más divertido si no lo hago- contesto acariciando distraídamente mi cabello.
Momentáneamente se me pasó por mi cabeza la postura en la que estamos, el contacto físico… cualquiera diría que somos pareja.
Deseché inmediatamente esa idea de mi cabeza. ¿Angelo y yo?, no pegábamos nada.
Pero tampoco podía clasificar mi relación con el... ¿Qué éramos…amigos? No, simplemente no podía pensar que éramos amigos…
Y así con la duda en mi cabeza, continué viendo con un demonio una película de gore barata.
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